Los sedantes y los tranquilizantes son medicamentos que tienen un efecto calmante. Generalmente, los sedantes y los tranquilizantes deprimen o desaceleran determinadas funciones del cuerpo o la actividad de un órgano, como el corazón.
Pueden usarse sedantes leves y tranquilizantes para reducir la ansiedad u otros problemas del sistema nervioso o para ayudar a dormir. Los sedantes en dosis bajas pueden ayudar a reducir la tos, las náuseas o las convulsiones. Pueden usarse dosis más altas de estas sustancias para problemas para dormir significativos, ansiedad grave, síntomas relacionados con trastornos psicóticos (como alucinaciones o delirios) o como parte de la anestesia. Estos tipos de sedantes y tranquilizantes solo deberían usarse según las indicaciones de un médico porque pueden volverse adictivos. El abuso de algunas sustancias más potentes puede conducir a problemas graves de salud.